6/02/2007

Retratos del poder

No deja de tener una leve punta de ironía que las dos primeras óperas montadas en São Carlos después del cese de Paolo Pinamonti – y por él programadas antes de su salida – hayan sido un Rossini cuyo título podría ser parafraseado con otro – El italiano en Portugal , claro – y una segunda ópera también “política”, en este caso de Verdi: el terrible Macbeth.

Si en la primera lo que vemos en escena es el poder ejercido por el bufo Mustafá hábilmente manipulado y contornado por la italiana mediante su inteligencia y su belleza, en la segunda, asistimos a la carrera de un guerrero transformado en dictador mediante el recurso de la fuerza y de la magia negra. La inteligente, bella y también maléfica Lady Macbeth es una especie de Isabella al revés.

Mustafá es atrabilario, pero también sibarita, además de argelino, así que acaba por caer simpático. Sin embargo, Macbeth representa, no sólo la sed ciega de poder, sino el más absoluto desprecio por la vida: “… que importa?... / È il racconto d’un povero idiota; / Vento e suono che nulla dinota!”. Terrorífico. El aparente final feliz de la ópera no consigue borrar de la memoria los sucesivos baños de sangre en los que se funda su reinado de pesadilla, durante el cual llega a robar a sus compatriotas la patria misma. Nos deja entreviendo en la penumbra los entresijos y los silencios que permiten que los tiranos emerjan.