3/07/2008

Formas blandas de censura

La calificación de un libro o de un espectáculo con notas o estrellitas es siempre un despropósito. Es como si el crítico fuese el maestro del artista o del escritor que está criticando y le dijera: si lo haces bien, bonito, te apruebo, si lo haces mal, te doy un cachete o, dicho de otra forma, te vas a casa con una bolita negra. Bolas y estrellas saltan por encima de los argumentos, casi hieren los ojos y el cerebro. Siempre me lo ha parecido y me cuesta tener que usarlas cuando hago crítica discográfica, pero hoy, al verlas en el cuaderno Ípsilon del PÚBLICO portugués acompañando una recensión a un libro de Gilles Deleuze y Félix Guattari, han logrado provocarme un escalofrío.

Cuando ya había decidido que el post iba a tener esa pequeña frustración personal como tema, me he encontrado con una noticia publicada en EL PAÍS que también me ha sobresaltado. Se presenta este fin de semana en Bilbao El Diluvio de Noé, de Benjamin Britten. El director de escena Fernando Bernués afirma que la partitura del compositor británico es deleitosa y placentera. Juzga, sin embargo, que el autor "no tuvo excesivo cuidado en la elección de los textos". Como el Dios retratado en la ópera es "vengativo, cruel y castigador", y, añado yo, esto podría provocar algún cortocircuito en las tiernas neuronas de nuestros niñitos, Bernués ha decidido mitigar la virulencia y el tremendismo con color y fiesta. No deja de ser irónico que el espectáculo forme parte de la programación del Festival de Música Sacra de Bilbao. Y que, por supuesto, no se vaya a representar para la congregación de una iglesia, que era lo que Britten pretendía, sino para la audiencia de un teatro.

Al final, bien pensado, bolas y estrellitas, colores y fiesta son prácticamente lo mismo, formas blandas de censura.