He decidido que, dados mis intereses personales, mis estudios profesionales y todo el conjunto de manías que me caracteriza, publicaré de aquí en adelante una serie de post sobre discos de música contemporánea inusual.
El primero de la que espero sea una larga serie de comentarios versará sobre el disco del dúo Ad Libitum con música de Julio Gómez (1886-1973) y Conrado del Campo (1878-1953).
Hacía tiempo que tenía una enorme curiosidad por escuchar alguna obra de Julio Gómez, a la vista de las loas reiteradas hacia el compositor por parte de musicólogos como Beatriz Martínez del Fresno (su libro sobre el compositor es el mejor estudio hasta el momento) o Tomás Marco (véase su Historia de la música española 6. El siglo XX).
Por todo ello esperaba, incauto de mí, contradecir las perversas influencias de mi educación musical extranjerizante (nótese la ironía en la frase). No obstante, a medida que la audición transcurría mis esperanzas se fueron desinflando: la obra en cuestión revela la buena formación (o escuela si se prefiere) del compositor, pero carece de ideas originales o siquiera mínimamente interesantes, alternando por igual los segmentos tediosos con los que parecen un ejercicio de conservatorio.
El resto del disco lo componen dos obras para violín y piano de Conrado del Campo, un compositor al que respeto profundamente, pero que no muestra su mejor cara en estas dos composiciones, fechadas en 1901 y 1949. Me parecen obras medianas, de buena factura y algunas buenas ideas, pero que no llegan a convencer del todo.
La interpretación se tambalea peligrosamente sobre el aprobado, especialmente en el caso del violinista Miguel Fernández Llamazares, pero merece, bajo mi punto de vista, todos los elogios posibles. Los riesgos de grabar este repertorio son tremendos y, por ello, merecen todo el apoyo que podamos darle. Y es que, pesar de todas las críticas posibles (que son una opinión personal y nada más que eso), considero una excelente idea grabar este repertorio. Si Julio Gómez y Conrado del Campo aparecen considerados como "maestros" en los manuales (e incluso en los temarios de oposiciones) y merecen grandes párrafos de la crítica de su época, la grabación de sus obras deberá ser un paso imprescindible para conocer mejor la vida musical española de la primera mitad de siglo. Yo, de hecho, lo compré de inmediato. Y lo volvería a hacer.