
Bajo mi punto de vista, la extrema belleza de Make me drunk with your kisses es el producto de una concepción profundamente estática y contemplativa del amor, un beatífico reflejo del texto, extraído de El cantar de los cantares. No sé si es por la procedencia de Knaifel (nació en Uzbekistán), pero creo ver en su música el vivo reflejo de la espiritualidad y el hieratismo de las figuras bizantinas. Algo de su sublime rigidez queda atrapada en cada una de las notas larguísimas, casi infinitas, que se repiten durante casi una hora, y que parecen extraídas de lo más profundo de una tradición perdida.
Si siempre resulta difícil traducir a palabras un sentimiento, en este caso me resulta totalmente imposible. Sólo puedo recomendar al que pueda, que lo experimente. Yo, estoy emocionado.