Este post era, inicialmente, continuación del anterior. Hablaba yo del exagerado espacio ocupado por Karajan, lo que, naturalmente, me llevaba a considerar los numerosos directores a los que hizo sombra su siempre bien iluminada figura. Se me ocurrió dedicarlo a Erich Kleiber porque no renovó su contrato con la Deutsche Staatsoper en 1935 para evitar someterse a la política nazi. Y porque es el director de mi versión preferida de la Quinta de Beethoven. Y porque se enamoró de su mujer, Ruth Goodrich, cuando, a la pregunta, «¿Aún no te has casado?», ella contestó «¡Oh, no, prefiero vivir a la carta» (esto lo contó con más detalle Ángel Mayo, en un artículo excelente dedicado a los dos Kleiber, Erich y Carlos).
Se le puede ver en youtube, precisamente al frente de la orquesta de la Ópera de Berlín en 1932. Es irónico que la obra en cuestión sea El Danubio Azul. También es sumamente elegante y, bien pensado, bastante trágico.
Bien, el caso es que el post acabó quedándose a medias. Pero gracias a él (y, por lo tanto, gracias a Karajan), me encontré con un interesante blog argentino donde, sin dejar de elogiar al director alemán, se recuerda, entre otros maestros, a Kleiber padre. Quien lo mantiene, además, reproduce varias críticas magistrales publicadas en el Buenos Aires de los años 50 y firmadas por Jorge d'Urbano, a quien yo no conocía. Ésta, de 1959, dedicada al pianista Daniel Barenboim es ejemplar. Se llama La Danse de Puck y creo que vale la pena visitarlo.