12/22/2005
Boas Festas
Encontrei-a no ano passado no blog de Alexandre Soares Silva. Guardei-a cuidadosamente na pasta As Minhas Imagens para usá-la na altura certa, ou seja, para agora. O verdadeiro espírito natalício, como se diz, no seu melhor.
Não é que não tenham acontecido coisas óptimas nestes dias. Sobretudo, fica pendente a entrevista que fiz ao Leon Botstein (sairá em Mundo Clásico um destes dias, juntamente com a crítica da Helena de Strauss) e o maravilhoso concerto de ontem na Culturgest (em co-produção com o Teatro Nacional de São Carlos) com música de Kagel interpretada pelo MusikFabrik e dirigida pelo compositor.
E não tive tempo de fazer a minha apostila à polémica provocada por Azúa, que é bastante menos inócua do que o seu fundo musical poderia fazer pensar. É só ver isto ou isto para perceber a razão.
Suponho que as comemorações do centenário de Lopes-Graça que não vão ser tuteladas pelo Ministério também deveriam ter sido motivo de um post neste blog, tutelado por alguém que se interessa pela sua música há quinze anos. Ficam também para depois. No entanto, eis, aqui, um adianto.
Até 2006. Felicidade para todos.
12/10/2005
Buenos y malos
12/09/2005
¡A Madrid!
Voy a tener la enorme suerte de entrevistar a Leon Botstein. Por cierto, el productor de una reciente grabación suya ha sido nominado para los Grammy de este año.
Dentro de unos días daré cumplidas noticias de mi excursión a la capital del reino.
El "caso Azúa": la réplica
Hoy ha sido publicada la réplica - sin desperdicio - del escritor, profesor y ensayista.
La cuestión central ha salido, por fin, explícitamente a la luz: la relación entre arte y democracia. Digo "cuestión central" en la óptica de este blog, aunque, como se sabe, hablar sobre música es hablar sobre el mundo, y esto incluye la política.
Triste atraso de los avanzados
FÉLIX DE AZÚAEL PAÍS - Opinión - 09-12-2005Ya sabía yo que ni siquiera tomando precauciones (¡mira que avisé de que "Schoenberg" sólo era una metáfora!) evitaría la indignación de un puñado de honestos trabajadores de la música. Hay asuntos que, en cuanto se tocan (la madre, la patria, la Virgen del Pilar, Schoenberg), hacen brotar a los defensores del honor perdido como setas en otoño.
A mi anterior artículo, en donde planteaba el inútil problema de quién decide sobre el valor de una obra de arte y la terca resistencia del público a aceptar la música de Schoenberg (algo que no sucede con otros artistas igualmente exigentes), le florecieron las contestaciones. Muchas, asombrosamente, por parte de españoles que ejercen de maestros de música en Alemania. Parecía un coro de Moisés y Aarón. Sin embargo, algunos profesores desafinaban. Uno de ellos me acusaba de antisemitismo, lo que da idea de la solidez de su pensamiento. Me chocó que escribiera "Schönberg". Al parecer ignora que el compositor se quitó la diéresis para distanciarse de la grafía alemana.
Más interesante era la carta de J. M. Sánchez-Verdú, cuya tarjeta de presentación (profesor de Composición de la Robert-Schumann-Hochschule de Düsseldorf. Berlín. República Federal de Alemania) podía parecer la de una marquesa de Serafín a quien no conozca estas escuelas de la Alemania profunda. Sus argumentos, en cambio, eran interesantes porque componían el arquetipo del moderno prehistórico que todavía se agita en algunos ambientes detenidos en 1970. Me van a permitir un análisis, argumento por argumento, dado su valor pedagógico.
Comienza diciendo que mi artículo es "un ejemplo de la libertad de opinión que una democracia conlleva", como si no le gustara nada, pero no hubiera más remedio que tolerarlo. Algo así como si admitiera que las mujeres pueden llevar pantalones, aunque sea de mal gusto. Luego dice que Schoenberg es el equivalente de Mies en arquitectura, Joyce en literatura y Kandinsky en pintura. Un poco precipitado. Algo ha cambiado en el panteón de las vanguardias históricas desde 1950. Mies el silencioso y Schoenberg el expresivo no son equivalentes, sino opuestos. Y Joyce, reconstructor de Homero, no tiene la menor relación con el armonista vienés que deconstruye a Bach. Añade el profesor: "(El artículo) Es una muestra más de la ignorancia, sobre todo musical, que nos rodea". Debería haber añadido: "Ignorancia de la que yo me he librado, y aquí estoy, oh, Señor, dando testimonio y repitiendo tópicos del Adorno de la posguerra".
Sigue luego una larga jeremiada sobre la ausencia de estudios musicales en España con la que estamos todos de acuerdo, ni musicales ni de ningún tipo, pero luego dice que "es normal que al señor Azúa no le guste Schoenberg", y ahí patina. No voy a defender mi amor por el vienés porque es algo trivial, lo que está en discusión no es un asunto de "gusto" (como quisieran los idealistas), sino de aceptación popular (como quieren los pragmáticos). El profesor continúa aferrado al elitismo modernista, persuadido de que el gusto musical por Schoenberg es superior, digamos, al gusto musical por Sibelius. Con ese planteamiento agonizó hace medio siglo la estética soberanista, incapaz de aceptar que los productos artísticos no son la manifestación de una Verdad Oculta y Superior, sino una propuesta para entrar en un juego social ritualizado. Los adornianos tienen problemas con el público, con el jazz, con Stravinsky, con la música de cine, con los juegos populares, que no tienen los benjaminianos.
En lo tocante al público, otro español en Alemania protestó indignado asegurando que cuando él acude a un concierto de Schoenberg tiene grandes dificultades para encontrar entradas ("incluso en Madrid", decía, como si fuera Puerto Urraco) y el teatro está siempre lleno hasta los topes. Seguramente se confunde de Schoenberg. Yo hablaba de Arnold, no de Jimmy Schoenberg. De todos modos, por profesionalidad periodística, hice una encuesta entre los programadores de Barcelona y fueron unánimes. Cuando programan un Schoenberg, siempre lo equilibran con Britten, Prokófiev, Falla o Mozart.
Tampoco es decisivo: el CD relativiza la cuestión. Dado que tengo medio centenar de grabaciones de Schoenberg, eso significa que otros doscientos mil, tirando corto, también las tienen. Lo cual traslada el interrogante a otro lugar más noble. Ya que nos obligan a hablar del Schoenberg real y no del metafórico, digamos que emprendió una revolución armónica a comienzos del siglo XX que ya había fracasado cuando se estableció en California a finales de los años treinta. El dodecafonismo es hoy una curiosidad histórica similar al trobar clus. Dudo de que los músicos jóvenes se empeñen en componer con esos mimbres, a menos que hayan decidido vivir eternamente de subvenciones públicas. No obstante, ése es el aspecto más atractivo de Schoenberg: su fracaso (que no comparte con Webern y Berg). No se equivocaba Thomas Mann cuando lo eligió como símbolo de la hecatombe germana. Su importancia negativa es indudable, ya lo dije en el artículo anterior, pero eso no lo hace más popular. Representa un final, no un comienzo.
El profesor se desuela luego: "Reivindicar el arte de consumo de mayorías como indicador de lo que es bueno es tan banal que no merece ni respuesta". Lástima. Sería interesante conocer la respuesta. Sobre todo porque luego viene ese topicazo de que "el arte exigente no es para mayorías" y que "no cabe en las ofertas del supermercado". Mi abuela estaba más al día. La parte viva de la estética actual lleva años demoliendo el romanticismo con naftalina que se prolongó hasta la escuela de Nueva York y Clement Greenberg. No puedo encargarme ahora de su tutela, bastante tengo con mis alumnos, pero por lo menos el profesor Sánchez-Verdú podría leer el clásico de Noël Carroll Mass Art (Oxford, 1998). A lo mejor le ayuda a vivir con menos pretensiones y a respetar un poco más los supermercados.
Este asunto de Schoenberg puede parecer esotérico a muchos lectores de EL PAÍS, lo que ya da idea del éxito del compositor y lo llenos que están los teatros donde se le interpreta, pero es asunto general y severo de una vieja escuela autoritaria. Por eso lo puse yo como ejemplo equivalente del concierto del Estatuto catalán, otro modelo compositivo admirable, de finísima inteligencia, elogiado por expertos y entendidos, novedoso y audaz, pero condenado a no ser aceptado por un público que no está para finuras de laboratorio, porque bastante tiene ya en su casa. Si tiene casa. No es el mejor momento para ensayar un nuevo despotismo ilustrado a la manera de la vanguardia del proletariado.
Podríamos presentarlo de este modo: hasta los años sesenta del siglo XX, era una verdad establecida que los juicios artísticos y culturales precisaban una preparación técnica y científica, sin la cual no podía ejercerse un juicio adecuado. Todavía hay compositores que justifican sus partituras diciendo que han usado modelos fractales o la serie de Fibonacci, como si no fuera suficiente oírlas. El proceso de transformación de la vieja cultura burguesa en industria cultural, del Arte en espectáculo de masas y de las obras de arte en objetos del turismo global sitúan las cosas en otro contexto. En el que, por cierto, no está de más darse una vuelta por la filosofía. La mejor amiga de las artes en estos momentos expansivos.
Uno puede negar rotundamente el derecho de las masas a introducir los productos de las artes en su vida junto a la gastronomía y el fútbol, como exige nuestro profesor de música, pero esa manifestación de impotencia está condenada a figurar junto a todas las posiciones reaccionarias de la historia. La exclamación "¡ya no pintan vacas, sólo manchan las telas!" es una queja exactamente equivalente a "¡cuánta ignorancia, han pasado cien años y no aceptan a Schoenberg!". Ambas quejas están diciendo: "¡No entiendo nada de lo que está pasando!".
Desde los hermanos Schlegel sabemos que la democracia no le sienta bien al Arte (siempre que va con mayúscula, es el hegeliano). Como profetizó Benjamin hace casi ochenta años, la democracia ha matado al Arte. Por fortuna, eso ha liberado una legión de artes (gráficas, plásticas, sonoras, visuales, virtuales, corporales...) que se adaptan perfectamente a la democracia de masas. Con un éxito notable. Y ya iba siendo hora. No se veía nada igual desde las caóticas fiestas de los Dada.
Asunto totalmente distinto es que aceptemos, o no, la democracia de masas.
12/07/2005
Un alto
No es propiamente una novedad - salió en 2004 -, pero no ha perdido su poder de seducción. Me refiero a la interpretación de Ilya Kaler de las sonatas para violín solo de Ysaÿe, publicadas por la Naxos.
Este sello tiene en catálogo - supongo que todo el mundo sabe que, por cerca de 20 euros anuales, es posible escucharlo entero a través de la red - otras grabaciones del violinista ruso sobre las que vale la pena volver.
Entre otras obras, están ahí sus versiones de las sonatas de Brahms y Schumann y los conciertos de Glazunov y Dvorak y los dos de Shostakovich, así como los caprichos y los conciertos de Paganini.
12/06/2005
Noticiário
12/05/2005
La música clásica y sus descontentos
Asistí el viernes pasado a un concierto en el magnífico Palau de la Música y Congresos de Valencia (de 1987, proyecto de José María Paredes, acústica excelente). El programa, con la tercera de Mahler, fue patrocinado por la empresa Cegás, que acababa de firmar un convenio con el Palau para financiar conciertos a cambio de la cesión de algunas de sus salas para actividades culturales propias.
Esta noticia fue recibida con satisfacción, por lo que supone como forma de colaboración entre la administración pública y la sociedad civil. Sin embargo, también provocó cierto descontento, por lo menos en algunos trabajadores sin convenio de la mencionada empresa que organizaron una pitada a la entrada del Palau, justo antes del comienzo del concierto.
Ese mismo viernes también me quedé bastante sorprendida cuando, al disponerme a ir al Palau – después de finalizar la sesión del curso sobre Historiografía Musical, organizado por el Instituto de la Música Valenciana, que fue el motivo de mi viaje a Valencia –, varios participantes, cuando les pregunté si no iban al concierto, me respondieron quejándose con cierta ironía de la dificultad que hay en conseguir entradas.
Todavía, después del concierto y durante el sábado, otros valencianos con los que tuve el placer de conversar me hablaron en términos bastante duros acerca del nuevo Palau de les Arts, según ellos, un proyecto infundamentado y autista, que hipotecará la comunidad durante décadas.
El domingo, en el avión de regreso de Valencia, leí en Le Monde de la Musique
Hoy, para enmarañar las cosas, Mundo Clásico se hace eco de una manifestación ante las puertas del Auditorio de Tenerife, protagonizada por cerca de un millar de damnificados por los efectos de la tormenta tropical Delta (que ha dejado sin electricidad a las Islas Canarias durante varios días). Los manifesantes protestaron por su “opulenta” iluminación el pasado sábado, día en que fue inaugurado el órgano del coliseo.
12/01/2005
Más sobre el caso Azúa
Por cierto, puede que haya lectores portugueses de este blog que no estén familiarizados con la obra de Félix de Azúa. Sirva este botón de muestra.
Atonal
Pedro Santana Martínez - LogroñoEL PAÍS - Opinión - 01-12-2005Tras leer las cartas de algunos lectores indignados, he llegado a la conclusión de que el día 11 de noviembre me vendieron un ejemplar de su periódico perteneciente a una hipotética edición B, mientras que, a lo que parece, a otros lectores sí que les vendieron ejemplares con un artículo donde Félix de Azúa demostraba una notable ignorancia musical y cometía varios pecados de lesa cultura.
En la colaboración de Félix de Azúa que aparecía en mi diario versión B no vi nada de lo que los lectores indignados encontraron en su también hipotética edición A. Como no puedo dudar de la competencia lectora de los mismos y, por otra parte, se publican sus razonadas quejas acerca de un artículo que yo nunca leí, me veo obligado a concluir que aquel infausto día cayó en mis manos una versión apócrifa de su diario, un simulacro tal vez. ¿O serían simulacros las ediciones con las airadas protestas? No quiero extenderme en más hipótesis, pues me temo que en su conjunto éstas resultarían marcadamente atonales.
Encantamiento
Hoy he empezado el día con Harmónicos I (1967), pieza incluida en la integral de la obra para piano de Jorge Peixinho, recientemente grabada por Miguel Borges Coelho (en la foto).
No voy a conseguir escuchar nada más hasta que se me pase el encantamiento.