1/04/2009

2008



No voy a ser menos, aunque puede que me olvide de alguna cosa.

Empezó y concluyó bajo el signo de Isolda y Waltraud Meier. Fue en enero, en Madrid, con dirección de Lluis Pasqual y Jesús López Cobos, y en diciembre, en París, con el montaje de Peter Sellars y Bill Viola. Empezó y concluyó igualmente bajo el signo de Káťa Kabanová: primero en Amsterdam, con Amanda Roocroft, Willy Decker y Yakov Kreizberg, y hace unos días, de nuevo en el Teatro Real de Madrid, con Karita Mattila, Robert Carsen y Jirí Belohlávek. En medio, hubo un concierto del Pacifica Quartet en Zaragoza, un recital de Grigory Sokolov en Sintra y el descubrimiento, gracias al Remix Ensemble y a la Fundación Gulbenkian, del compositor austriaco Wolfgang Mitterer. Sólo me falta añadir el luminoso Marc Minkowski, en Granada y Lisboa, y el alucinante universo dramatúrgico de Claus Guth, puesto al servicio de Don Giovanni en Salzburgo.

A los Reyes de 2009 les he pedido más de lo mismo.