2/27/2009

Anne Sofie von Otter



La entrevisté hace unos días. El pretexto era el lanzamiento, en abril, de su último CD, dedicado a Bach. El resultado saldrá en Audio Clásica.

Al principio, me temí lo peor, porque había leído en más de un sitio que la mezzo sueca tiene un carácter bastante poco contemporizador. Después de hablar con ella, sin embargo, me quedé con la mejor de las impresiones. Es directa y disciplinada, así que comprendo que no le apetezca demasiado tener que responder preguntas poco interesantes. "Ahora estoy de promoción" - se desahogó - "así que es todo Bach, Bach, Bach...".

Conmigo comentó el CD de Bach, tenía que ser, pero también otros proyectos. Hacer esto es muy fácil con ella. Debe de ser una de las artistas más versátiles y con menos prejuicios del mundo. Una de las cosas sobre las que conversamos fue el disco que lanzó en 2007 con música escrita en Theresienstadt. Yo no pude evitar preguntarle si no había sido duro cantar esas canciones. Me contestó, con la mayor franqueza, que lo duro no era cantarlas, sino conocer las circunstancias en las que fueron escritas:

Cuando estoy cantando, estoy haciendo mi trabajo, así que no hay espacio para ningún tipo de descontrol emocional. No me voy a poner a llorar. Soy una cantante profesional, así que, simplemente, canto. Creo que la música que se escribió y se escuchó en Theresienstadt les servía a quienes estaban allí presos para sentirse vivos, para reír, mantener la esperanza e, incluso, olvidar. En realidad, casi diría que me siento feliz cuando canto esas canciones, porque creo que son un ejemplo del poder de la música, de su poder para mantenernos vivos.

La respuesta me gustó.