8/20/2005
Light of the End
Buscando más información sobre la obra - que puede ser leída aquí, aquí y aquí - me he encontrado con esto.
Ya puestos, y sin salir del site del Guardian, se recomienda la lectura de esta magnífica pieza de 23.000 caracteres dedicada a Charles Mackerras, que irradia luz desde la sabiduría de sus 80 años.
8/17/2005
Por cortesia da Antena 2
Ultimamente, tem sido notório o esforço da parte da Antena 2 para se transformar numa emissora simpática, que acompanha e dá prazer sem, ao mesmo tempo, perder a sua missão pedagógica. Imaginem só: de repente, passei a ser ouvinte! Ainda bem.
Só faltam algumas coisitas: um livro de estilo, actualizar um pouco a biblioteca, dar mais importância à pesquisa musicológica. Digo eu que deve ser possível encontrar um ponto de equilíbrio entre a maçada histórica e o vácuo que tem como modelo a prosa da Hola.
Não sei, por exemplo, a propósito deste fantástico concerto: Orquestra Filarmónica Real e Royal Opera House no mesmo texto? Até demorei um bocadinho em perceber que se tratava da orquestra do Beecham…. (sim, o tal que dizia coisas tão engraçadas como esta: “A musicologist is a man who can read music but can't hear it”…)E, já agora, ninguém se lembrou de ir buscar e comentar o texto que usou o Mahler na quarta sinfonia? Ou será que todos os ouvintes já o conhecem? Bom, talvez tenha passado antes de eu ter ligado. É que, conhecendo o seu significado, aquela ideia da obra cantar a infância “ingénua e perspicaz”, no mínimo, enriquece-se um bocadinho…
Ficámos, porém, a saber que o homem (Mahler, claro) foi para o divã do Freud por causa das suas desavenças conjugais (suas dele, de Mahler, claro).
8/14/2005
NY loves Bavouzet
Si ellos hubiesen tenido el blogger...
¿Es posible prever lo que será la música de mañana?
La mejor respuesta a la pregunta nos será dada por las obras que tendrán el poder de ser modelos. Profetizar, o querer instruir al futuro, es perjudicial, en el sentido de que el hecho consumado aparece siempre de manera diferente a las previsiones hechas a partir del examen estético.
Lo que han producido los tres creadores del movimiento musical moderno, Berlioz, Liszt y Wagner, no me parece que se haya reconocido en su significación real. Las principales obras de Berlioz y Liszt son todavía mal comprendidas, y es necesario no perder de vista que la popularidad asombrosa de Wagner no se ha alcanzado gracias a su grandeza, sino a una cualidad propia de su música y por las concesiones que ha debido hacer, tal como ostros maestros, al efecto sensual. Escuchando sus melodías se palpita. Es necesario pues buscar el punto donde ha encontrado la oreja de la masa, incluso de la Moda, y es ese punto el que ha servido de punto de referencia a los compositores “modernos”. El enorme progreso de los medios de comunicación con sus ruidos enervantes, la necesidad de un trabajo rápido, casi jadeante, para poder mantenerse al mismo nivel que los otros, la manera malsana de vivir que implica, juntamente con otras particularidades de nuestra existencia actual son la causa de que una buena parte del público no se contente con distracciones inocentes, de elevación y entusiasmo, sino que pida la excitación de los nervios que, como el opio, produce una exaltación momentánea de las sensaciones que determina, seguidamente, un abatimiento más seguro. Si esta excitación nerviosa es a menudo producida por la música de Wagner, es en las obras más recientes lo único que actúa. Las obras de nuestros compositores modernos son embriagadoras, sosegadoras, embaladoras o brutales, casi jamás puras y bellas, y, no obstante, siempre sorprendentes, ya que nuestro público actual aprecia esa sensación, y sólo considera “originales” las obras que son “diferentes” de lo que ha escuchado con anterioridad. Lo que ha ganado así es un progreso extraordinario de la orquestación, que acompaña el perfeccionamiento de las invenciones técnicas. Al contrario, lo que ha perdido, es la arquitectura espléndida y moderada de las obras de los maestros antiguos que, incluso en la obra menos importante de Mozart, brilla ante nuestros ojos con un esplendor parecido al de las ruinas de un templo griego o de una obra maestra del Renacimiento. Con esto también se ha reducido el sentimiento de que las obras más antiguas, necesariamente, han salido del cerebro de sus creadores de una sola pieza, sin ser el fruto del trabajo. Mientras que los ruidos impresionistas de nuestra música de programa moderna podrían a menudo ser presentados de otra manera produciendo el mismo efecto y que, en suma, tal como en los rascacielos americanos, todo depende del número de pisos, de la misma manera aquí todo depende de la cantidad de rascadores de tubas y de sopladores de trompetas.
Lo que, en fin (y esto es lo más doloroso), se ha perdido en esta concesión, tanto consciente como inconsciente, al gusto moderno, es la nobleza de la distinción de las sensaciones, sin la cual la verdadera grandeza no existe. Si me permiten darle un consejo a los jóvenes compositores, es el momento de sacar la cabeza del amasijo de principios y de disertaciones artísticas amasados a través de la acumulación de opiniones, de dejar de lado durante algunos años los escritos de Wagner, de estudiar a fondo las obras de los maestros antiguos, de mirar sobre todo la vida de frente, y, sobre los trazos que dejan en el alma sus alegrías y sus dolores, hacer que nazcan las flores artísticas…
8/11/2005
Europa cada vez más lejos (también de España)
Se eles tivessem tido o blogger...
Carlos de Mello, “A música em Portugal (I)”, O Dia, 19 de Março de 1902, p. 2.
O domínio da música está hoje em Portugal nas mãos de amadores, Este facto originalíssimo – e decerto único no mundo – importa uma descentralização muito grave e uma desorganização muito profunda, que não nos compete estudar nem discutir. Convém entretanto não o deixar no escuro, para que atentem nele os raros espíritos de eleição que ainda olham para as coisas portuguesas alheados d’el rei Dinheiro.
Orquestras portuguesas não existem, já que na composição das actuais mais da metade dos músicos – e que músicos! – são estrangeiros! Os nossos artistas de primeira ordem saíram de S. Carlos para formarem cá fora sextetos, onde vão honrando a Arte para não morrerem de fome; outros, bem poucos, ficaram no teatro nacional (?) lírico (?), nas segundas ou terceiras estantes dos primeiros lugares. Os mais estão nos teatros pequenos. Associação musical não existe, ou, se existe, não tuge nem muge. Há porém solidariedade artística, felizmente.
Essa solidariedade manifestou-se por forma brilhante no concerto do distinto violinista Cardona, no Conservatório, e no modo por que se organizaram o curso e a orquestra do Real Instituto. Preciso é, porém, que ela vá mais longe, e que se compenetre com inteligência, com energia e com desinteresse do elevado papel que lhe cabe na Arte, abandonando o processo das reclamações vocais e dos protestos platónicos, que de nada servem, para iniciar o restabelecimento do antigo espírito de classe, impondo-se por uma união sólida, escudada na competência artística e no patriotismo.
8/09/2005
No sólo de Bayreuth vive el hombre
Bomba ideológica
Sempre me aborreceu o carisma auto satisfeito do Bono e nunca gostei da música dos U2. Pronto. Já disse.
Dediquei, há tempos, um post à personagem e, na sexta passada, fiquei com vontade de comentar uma notícia que saiu no PÚBLICO, na qual se anunciava que o Presidente da República Portuguesa tinha decidido condecorar o cantor irlandês. Não o fiz por preguiça (e porque julguei muito mais importante, por supuesto, que nesse mesmo dia, o crítico Augusto M. Seabra confesasse, no mesmo jornal, a sua íntima preocupação pelo estreitamento do espaço crítico em Portugal).
A propósito da condecoração pensei "bela maneira de arranjar uma borla para o concerto" e segui em frente. No mesmo dia, através do statcounter de um outro blog que por vezes actualizo, fui cair aqui e achei o máximo.
8/05/2005
8/04/2005
Un futuro sem musicologia, talvez melhor
Não gostei da frase final. Auto-flagelo? Não, obrigada.
Em Espanha já aconteceu. Nada a fazer. A corrente e os preconceitos ganham. Já não é de todo mau que se tenha pensado numa área de "Estudos Artísticos". Aqui, nem isso.
Uma forma de ver as coisas encontra-se neste artigo ("El futuro de la universidad pública": aparece en medio de la página), já recomendado neste blog.
Músicas em movimento
Talvez teria sido mais interessante ter «ouvido» a voz da investigadora numa entrevista, mas, mesmo assim, vale a pena que se tenha chamado a atenção para o artigo, o qual vem no seguimento do projecto de investigação “Intermediários culturais, espaço público e cultura urbana. Estudo sobre a influência dos circuitos culturais globais em algumas cidades portuguesas”, financiado pela FCT e desenvolvido entre 1999 e 2002 por uma equipa do Núcleo de Estudos sobre Cidades e Culturas Urbanas, pertencente ao mencionado Centro.
Aqui está o índice do relatório final do dito projecto.
O meu pequeno mundo
8/01/2005
Karita
Mi comentario para Mundo Clásico salió hace un mes y vi el espectáculo hace dos, pero, francamente, la sensanción de encantamiento dura hasta hoy. Me parece que mi vecino en la blogosfera, il dissoluto punito, me entenderá.
El toque Lubitsch
Supongo que, aunque cada cual ha de tener sus propias razones para querer vivir en París, una de las que compartirán los lectores de Mundoclásico.com es la programación operística del Théâtre du Châtelet. La temporada 2004/5 todavía no ha acabado: está actualmente en cartel Medea, de Cherubini, y, el próximo 1 de julio, se estrenará un nuevo montaje de La Rondine, de Puccini, coproducción del teatro parisiense con Convent Garden que será protagonizada por Angela Gheorghiu. Pero es que, al echar un vistazo a la próxima temporada operística, lo que entra es un deseo irrefrenable de mudarse allí.
Y, si no, vean: un Anillo completo; Boris Godunov e Il Viaggio a Reims bajo la batuta de Gergiev; Franz Welter-Möst dirigiendo Fierabrás, de Schubert; y, en versión de concierto, Tamerlano y Alcina, de Handel, dirigidas por Christophe Rousset; El castillo de Barba Azul en la versión de Boulez; la reposición de L’amour de loin, de Saariaho...
De presencia habitual en el Châtelet, Karita Mattila regresa a ese teatro la próxima temporada para meterse una vez más en la piel de 'Leonora'. Me imagino que lo hará con placer, porque su última aparición en ese escenario – el pasado día 28 como Arabella, la cual, en realidad, el objeto de esta crítica – tuvo una recepción entusiasmada por parte del público. Sabiendo previamente de qué se trataba, porque el montaje era una reposición de 2002 y con un reparto de antología, la sala llenó.
De hecho, la puesta en escena de Peter Mussbach y la interpretación de Mattila (Arabella), Thomas Hampson (Mandryka) y , Barbara Bonney (Zdenka) fueron reseñadas en su momento en las páginas de Mundoclásico.com. No obstante, al leer esas críticas y compararlas con las que todavía se encuentran en la net de las sus sucesivas reposiciones de este montaje, es sorprendente descubrir que todavía es posible escribir nuevas cosas a su respecto. Mussbach sitúa la acción en un hotel art déco que funciona como referente de todo el siglo XX y de cualquier espacio urbano de tránsito: el vestíbulo de un gran hotel, claro está, pero también un centro comercial, un aeropuerto, una macrodiscoteca, unos grandes almacenes, un metro... Las referencias son explicitadas con numerosas fotografías en blanco y negro que se incluyen en el magnífico libro de sala, donde encontramos el metro londinense en los años 30 al lado de un centro comercial de los años 90...
Por eso, además, no parece descabellado que este montaje haga recordar también el cine de los años 30 en el que aparecen elementos típicos del referido estilo decorativo. Pensemos, como ejemplo, en algunas películas de Lang y Lubitsch o en los aparatosos musicales americanos de la época de la gran depresión. La referencia específica a Lubitsch en el título de esta crónica (que, en realidad, debería haber sido “Soy fan de Mattila”...) no significa, sin embargo, que ese realizador aparezca como una referencia inequívoca en la puesta en escena de Mussbach. No obstante, aquí también vemos puertas que se abren y se cierran, así como los pasillos y escaleras que tanto apreciaba el director alemán. Además, y sobre todo, lo que encontramos es la misma capacidad de transgredir lo que, en superficie, parece una dulzona comedia, con un toque de perversidad que, sin embargo, no deja de ser amable y cínica a la vez: parafraseando a Hofmannsthal, el talento para hacernos ver “las cosas como son”. Por supuesto, Mussbach juega con lo que Hofmannsthal y Strauss le ponen en bandeja, pero, tratándose de una puesta en escena, su aprovechamiento es un mérito que hay que tener en cuenta.
El segundo acto, por ejemplo, comienza con un momento, como se dice habitualmente, de película. Abre con el primer encuentro de Arabella y Mandryka en escena, ambos en la parte superior del decorado, pero separados por el “abismo” de una escalera. La música de Strauss, por supuesto, más la presencia de Karita Mattila y de Thomas Hampson sumada a una iluminación ejemplar provocaron la admirada respuesta del público, que no consiguió reprimir un oh encantado. La tensión entre identificación y distanciamiento se subraya sin embargo después, en el mismo acto, con la presencia de Milli, del coro y de figurantes vestidos alla hip-hop en la fiesta donde Arabella se despide de su juventud (y de sus pretendientes) antes de lanzarse al serio matrimonio con el no menos serio e imponente Mandryka. Por supuesto, otro de los méritos de Mussbach está en su impecable dirección de actores, como se podrá comprobar en el DVD (con el montaje de 2002), cuyo lanzamiento está previsto para breve.
Vocal y dramáticamente, la representación tuvo un nivel absolutamente excepcional. No tuve la mala suerte de quienes, en representaciones anteriores, tuvieron que conformarse viendo a Barbara Bonney “doblada” por otra cantante debido a un resfriado. Así que disfruté del trío protagonista, inmejorable como era de esperar, y del resto de los cantantes, a propósito de cuya actuación sólo se podrían escribir elogios. El placer fue, de resto, compartido por todos los presentes que acabaron aplaudiendo y ovacionando en pie al final de la representación. Infelizmente, la indisposición de Christoph von Dohnányi sí me privó de disfrutar en vivo de la dirección de uno de los más reputados especialistas actuales de la música de Strauss. Fue sustituido a última hora por Günter Neuhold, que cumplió con dignidad la espinosa tarea al frente de una orquesta maravillosa, la Philharmonia Orchestra, que suena siempre bien (sospecho que incluso independientemente de quien la dirija).
27.06.2005