6/12/2007

Shakira y Beyoncé

Sí, han leído bien: Shakira y Beyoncé. Y no, no van a participar en ninguna producción del Palau de les Arts. Es sólo que hoy, en uno de los cafés del campus, he visto su último vídeo, en el que cantan a dúo una canción titulada "Beautiful Liar". Admito que, si no fuera porque Shakira me cae bien, ni siquiera lo comentaría. Como ven, siempre necesito algún tipo de justificación emocional para interesarme por las cosas.

Decía yo que Shakira me cae simpática. Creo que hubiera fingido con facilidad algún género de solidaridad si a algún novio mío le hubiera ocurrido lo que a Alejando Sanz en el vídeo de "La Tortura". Me acuerdo de un verano durante el cual, en todos los taxis que cogí, tuve el raro placer repetitivo de escuchar aquello de "Underneath Your Clothes". Y tuvo cierta gracia ver el verano pasado a mi hija imitando muy seria las coreografías de "Hips don't Lie". Mezcla pop y referencias a la música latinoamericana, así como a Colombia y a la cultura libanesa, de la que forma parte por sus ascendentes familiares. Todo bien. Es un multiculturalismo ligero y despreocupado que no hace demasiado daño.

Pero hoy, el toque "orientalista chic" del vídeo me ha molestado. No por la presencia de Beyoncé, una especie de Barbie a la que nunca había prestado ninguna atención, ni tampoco porque la canción sea mala, ni siquiera por una cuestión de militancia feminista, sino porque, figúrense, me he acordado de Iraq y de lo que en esos momentos se estaba viviendo en Palestina y, de repente, lo que se veía en la pantalla me ha parecido de una frivolidad siniestra y monstruosa.

El mérito no es mío: se es más sensible a esas cosas cuando se ha leído a Edward Said, claro.