2/01/2005

Las aspiraciones secretas de la musicología

Una de las cosas que me cuesta a veces digerir en mi relación diaria con los medios de comunicación - sobre todo como lectora y como oyente, porque casi no consumo televisión - es la cuestión de la elección de aquello que justifica que una determinada información tenga relevancia en detrimento de otras. Por supuesto, ya sé que éste es un asunto más que debatido por los expertos en comunicación social (incluyendo aquí no sólo a los académicos, sino a los periodistas, a los que mucho respeto) y que constituye uno de los fundamentos del periodismo, así que nunca podrá ser pacífico. Que no estoy descubriendo la rueda, vaya.

Una noticia, publicada en medios de varios países, relativa a la primera audición moderna de una obra hasta ahora inédita de Beethoven, me recordó una vez esa cuestión. Como decía, una obra de Beethoven inédita iba a ser presentada en el siglo XXI. Me pareció divertido imaginar que éste era el acontecimiento al que aspiran todos los departamentos de Ciencias de la Música: finalmente, la musicología daba al mundo una noticia digna de figurar en la primera página de todos los periódicos... un experto mundial en Beethoven, después de detectivescas y arriesgadas incursiones en los fondos del British Museum, lograba la proeza máxima de permitir que podiésemos escuchar una música hasta ahora no oída, una experiencia única, irrepetible, mágica...

El entusiasmo se vio empañado en mi caso por la angustia: en mi vida había leído nada de la autoría del referido especialista. Gracias a esta noticia, de 2003, entendí que el experto (que no aparece en las bases de datos del Beethoven Center y del RILM) parece ser, al final, un compositor que ya había reconstituido otras obras de Beethoven a partir de esbozos. Y que, por lo tanto, lo que se iba a escuchar hoy en Rotterdam hasta incluso se podría considerar, extremandol las cosas, una pieza musical de la autoría de Cee Nieuwenhuizen, pastiche del estilo de finales del siglo XVIII en el que se han incrustado fragmentos del compositor de Bonn.

En la primera redacción de este post, siguiendo el mismo tono caricaturesco, acababa diciendo que la moraleja de la historia era que una no se podía creer todo lo que leía. Sin embargo - y creo que así se explica mejor el título del comentario - de lo que verdaderamente quería hablar era de que la musicología es algo más que eso. No es sólo que me parezca importante recordar los millares de obras que no forman parte del «repertorio» y que no tenemos tiempo u oportunidad de escuchar (y ellas y sus autores de ser escuchados). Salió hace algunas semanas - un ejemplo entre otros muchos posibles - la nueva historia de la música publicada por la Oxford, de la autoría de Richard Taruskin. En un mundo al revés, ése sí que hubiera sido un buen asunto para noticia de apertura del telediario.